Muerte Chiquita
I
La
traición del gigante y las Drogas, me obligaron a internarme en un centro de
rehabilitación por tres meses, suspendiendo el último semestre de la carrera docente
en la Escuela Normal Superior del Estado de Coahuila.
Concluido el tratamiento, regresé a terminar con la
estricta presencia en clases de acumulativos promedios. Ausencia en eventos
citadinos para obtener el título profesional como credencial de identificación
a la velocidad circunstancial.
¿Por qué océano empezar? Gabriel, un artesano de la
capital, se habría adelantado al Pacífico, a la zona Mazateca, y en el Atlántico,
en Cancún, el Gus, uno de la Interpol, desesperado con la invitación
marchita, cambió de opinión.
Con estos pensamientos llegué hasta la capital para comprar
el vestido de graduación, y sobresaltarme al etílico ambiente de los amigos
poetas quienes se negaron guiarme por la desconocida, gran ciudad donde la
pequeña esquina aguardaba con un hermoso vestido conservador de encajes y seda
blancos, tan solo para mí. Lo compré y seguí:
- ¿Dónde se encuentra el museo más cercano? -pregunté a un
par de señores conversando en una céntrica esquina. De rato, uno de ellos me
siguió por el rumbo que él mismo había indicado.
Roberto López Vaquero, resultó ser agente investigador de narcóticos,
y padre soltero, recién egresado del CERESO, - la cárcel, - por haber
sorprendido en plena elaboración de cocaína a un miembro del gabinete
presidencial.
Vaquero me hizo el favor de llevarme a Atizapán de Zaragoza,
donde se domiciliaba Gabriel. Lo buscamos, pero ya se había ido.
Al despedirme de Vaquero, prometí hacerle un collage como
agradecimiento por sus finas atenciones. Mientras lo creaba, recordaba el robo
de las piezas del Museo Nacional de Antropología: El Gus estaba de
guardia jugando a las barajas. El orgullo y la suerte le concedieron una pista
a cambio de la libertad de un narco de Mazatlán. El presidente Carlos Salinas
de Gortari, le otorgó un diploma de reconocimiento…volé al Atlántico.
En Cancún, un agente esperaba por mi en el aeropuerto. Me
hospedó en el hotel Intercontinental, donde esperé por largas horas leyendo El
Corazón de Piedra Verde.
Al fin llegó Gus contando el vasto trabajo que lo
acosaba y su nuevo compromiso con la patria. Totalmente cambiado, pues había
dejado de inhalar cocaína. El procurador le dio la oportunidad de rehabilitarse
porque lo admiraba como basquetbolista olímpico y, no quería ser desilusionado así
que, en un carísimo tratamiento de 9 semanas, se rehabilitó tremendamente
agradecido con México. Él sabía muy bien que mi tratamiento público de tres
meses en Zapopan estaba en cuestión.
Dijo que podía gozar mi estancia por los días que
considerara necesarios. Él tendría que huir a Chiapas por algunos meses. Una
misión importante, a la vez, dejar atrás el escándalo por haber matado a un
fulano en un interrogatorio.
Me
ofreció una beca para convertirme en agente en seis meses. Me acordé de la
joven que señalara Vaquero, con siete balazos en el cuerpo, rechacé la
oportunidad. Salió de la habitación sin despedirse y yo continué leyendo El
Corazón de Piedra Verde.
II
Al pleno medio día del día siguiente, toca a la puerta una
mujer alta, delgada, morena, y bella. Observé con atención sus pendientes:
imágenes de ídolos mayas vaciados en oro. Se presentó como la secretaria del Gus.
Venía para despedirse en su nombre, él había salido de forma urgente.
Le pedí que le entregara una carta independientemente del
tiempo que se llevara para dársela. Le hice saber que lo único que necesitaba
era un boleto de regreso. Salí rumbo al aeropuerto no sin antes cancelar la habitación.
¡Oh!, ¡Sorpresa, los vuelos solo son matutinos! Compré un boleto para el día
siguiente rumbo a Oaxaca.
Un desconocido contemplaba mis movimientos nerviosos. Se
aproximó ofreciéndome sus servicios de forma desinteresada y gratuita,
llevándome a una habitación del hotel que administraba a la orilla del mar.
Al día siguiente me obsequio un cuaderno para que
escribiera Muerte Chiquita, además me hizo el favor de cambiar el vuelo
a la ciudad de México para que decidiera con calma lo que haría:
¿Con
qué cara voy a llegar a ti
hombre
pobre de piel caliente?
He
aquí lo que soy:
Manojo
emoción fosforescente,
Lunático
voy voy voy
Los
días que te siente ausente
Por
eso mismo veme,
Elige:
sigo o rio de flor
Convierto
mi alma en un jardín.
Busqué
a Vaquero para entregarle su collage, entretejiendo-nos, pese a su alergia a la
penicilina; herida remachada, confundida. Terminé por emigrar a Tejao, al
lugar donde anidan las águilas.
Debo
despertar la escritura de mis dedos lapidarios. Brindar por los impactos
plurales, ausentes, solitarios. Refinando el miedo sobre navajas finas de coral
negro, y un pescadito de oro, ojos de rubí en el pecho: No es la primera vez
que voy a un lugar desconocido.
El
taxista que me llevo a la Estación de Autobuses hacia Oaxaca, me contó que la
situación estaba que ardía. Por el camino tiraban troncos para detener autobuses
y, robar a los pasajeros. Un largo viaje. Aunque la madrugada inyecta coraje,
mi integridad había flaqueado.
Un
autobús de segunda. Policías registrando equipajes. Me senté al lado de una
niña agradable quien me ofreció patas de pollo hervidas, contenidas en una
bolsa pequeña de polietileno. Luego, me ofreció un colorete. Cansada ante mis
negativas, se quedó dormida.
Dos
castañuelas viajaban sentadas a mi lado del pasillo. Las escuché tararear el
nombre de Tejao, mi destino. Al preguntarles del futuro empezó la
función:
-
Soy Norma Leticia, chilanga de 29 años.
Empleada de 5:00 PM a 8:00 AM. Todos los días resumo cientos de artículos
periodísticos de interés para el señor que me paga poco, -reconozco, pero tengo
el resto del día para vagar.
Su
cabello caía largo y rizado por los hombros de porcelana. Su vocablo ilustraba mis páginas. Sus dos
medias lunas que tenía por ojos tal vez, reflejo del arete de plata que no se
quita desde el terremoto que mató al joven padre de su hija.
III
Al
describirles a Gabriel con su arete de flecha en su oreja izquierda interrumpió
Hilda Zavala: - lo encontrarás. Yo, soy descendiente de alemanes. Vengo a
regalar ropa a los mazatecos. Cumplo 15 años el mismo día que tú, pero al revés.
Me gusta que me digan Coca-Cola por lo de disfruta la vida porque todo es cósmico.
Hacia
mas de una década que las alegres castañuelas visitaban Tejao; fin del
trayecto a la media noche. Nos pusimos de acuerdo y rentamos el mismo cuarto en
el único hotelucho del pueblo. Hilda preguntó de pronto: - ¿sacamos el perico?
Me adelante a responder sin pensar un sí monumental. Las dos soltaron
carcajadas al mismo tiempo de descubrir el ave que con ellas viajaba.
Al
amanecer, el pintoresco pueblo olía a fresco, y los cerros eslabonados
presumían su collar de nubes. Las castañuelas me invitaron montaña abajo para
visitar a los indígenas de mujeres en choza y hombres en el rio sacando arena.
-
Saca la caca; saca la caca, todo está lleno de
caca. Cantaba la Coca-Cola mientras el perico la cagaba sin cesar.
Nuestras extremidades
geminianas hacían falso contacto. Ojos Media Luna ionizaba la situación:
-
¡Cuánto oxigeno! Exclamaba Norma con los brazos
erizados hacia la cascada que resbalaba por su esbelto cuerpo. ¡Cuánto oxígeno!
Repetimos con ella infinidad de veces, dejando correr la mirada por el verde
follaje. Los Niños, los perros flacos. y una lechuza nos vigilaban en silencio.
Al
sentir frio, me puse el saco que me diera el hombre pobre de piel caliente.
Después, pase a conversar con las familias humildes que me invitaban a trabajar
como profesora en la comunidad.
Pasaba
largas horas mirando las cañadas. Saboreaba la dicha cuando de pronto un grito:
-
¡La Muerte! Era Hilda lanzando una de las
cartas del Tarot.
Se la
arrebate con enojo guardándola en una de las bolsas del saco segura de que si
la muerte estaba cerca podría guiarme en mi iniciación.
-
Saca la caca, quita la caca…
Continuaba La Coca-Cola
por entre el verde follaje hasta perderse.
Me detuve a la orilla del rio. Las piedras arrastraban mis
pensamientos. Mi voz junto a otras voces murmuró: La muerte es el trayecto
finito del dolor…espanta, agrede. Valió la pena el sinuoso rodar para entrar al
paraíso, este respirar profundo. Un montón de hongos se dejaba contemplar
ante mis ojos: Nacacatl, la carne de los dioses.
-
Caca, mucha caca, quita la caca, -continuaba
Hilda al momento de obsequiar un billete de 50.00 pesos a los niños. -Son
pobres porque no saben ser libres! Y me contó la dicha de haberse hallado unos
gemelos recién nacidos en medio de la selva lacandona. Les bautizó Eva y Adán.
Cumplirían 10 años.
Volteé a ver a Ojos Media
Luna que en voz alta mencionó a Maria Sabina. Nos metimos a la choza de la
familia que conocían. El ambiente se contaminó al eructo del dueño, y Sali
inmediatamente vociferando:
- ¡No sé de qué hablan, ni lo que pretenden! Ser personajes
involuntarios de la pasada vida, con lumbre, metate y paisaje. Llueve parejo.
La mujer tiene ganas de respirar ciudad. El silencio y la ignorancia sustituyen
el bienestar y, no pueden evitar a su hombre. A mí, no me interesa quedar bien
ni dar buena cara, ¡quiero hablar conmigo misma! Me estoy llenando de piojos,
el papel se humedece y, no he justificado Muerte Chiquita.
IV
La psilocibina ingerida es la ecuación asimétrica y
discontinua del existencialismo. Soy extranjera. El rio grita por las noches.
El sol extingue los quejidos. Los gemelitos que se encontró La Coca-Cola, son
luces selváticas brindando por ella…me tomó por los hombros acercándome a la
fogata.
Al día siguiente volvimos a Tejao, donde visitamos
el colorido mercado luego, nos introdujimos a la única choza donde vendían café
con pan o, frijoles con tortilla. Al acomodarnos en las sillas miramos hacia la
ventana justo cuando Gabriel, el artesano con el arete de chuzo en la oreja,
fue identificado.
¡Gabriel! -gritamos emocionadas. las castañuelas desaparecieron.
El entorno de la casualidad infinita imperaba. Recordé El Corazón de Piedra
Verde comprendiendo la magia del contrario; el contrincante desconocido de
nombre real.
Salimos a caminar por el lugar sagrado. La gente cargaba su
mandadito cuesta arriba o cuesta abajo con trabajo y lluvia…aquí surgió mi anhelo
por conservar la vida.
Naiza = luna
Naitui = sol
Contemple un ciempiés azul cielo. Hilos de arroyos
corriendo por los cerros. Huesos de gigantes dormidos por siglos. Helechos como
crines de caballos encarrerados: el lugar exacto para el olvido. Viré a Gabriel
y, le dije:
Después de 150 más páginas leídas, nos volveremos a
encontrar. Regalaré El Corazón de Piedra Verde allá, cuesta abajo.
Me transporte a 1521…Miguel de Cervantes Saavedra, Xuchith,
Sevilla, toda España, el Nuevo Mundo, la visión, el descanso. Inmensidad con
retazos de humo. Biblioteca pueblerina, ciruelos, mangos, arroz, frijoles, y
pan para comer.
Me ponía de mal humor porque el elástico del fondo perdía
su calidad. Leía y leía. Me negué a platicar con un adolescente que insistía en
conocerme: - ¡Busca un libro y ponte a leer si quieres conocerme!, respondí, y procedí
a enseñarle a un viejo a cortar tunas, reflexionando en el pueblo que pisaba ignorando
su historia.
Pese a desenlaces inesperados he buscado la paz. La montaña
es natural y mi cuerpo, con lo inmenso de lo inmenso se tensa al subir. Se derriten
los sones. El optimismo por la fuerza y la atmósfera propician el poema, aunque
leer no pesa tanto como cargar mandado en la vereda. Gabriel, llévame con el
curandero, -le pedí.
Con un ramo de flores, un huevo de guajolote, una vela y
una oración, nos dirigimos hacia el templo. De tres en tres iba descubriendo
los males. Gabriel tenía mal de espíritu y yo, mal de ojo.
Arrodillada con hermosas plumas de guacamaya en mano me
puse a rezar con fervor. Era la segunda vez que se abrían mis encajes, mi instinto.
Mis manos se magnetizaron ente el fuego del corazón. Supliqué a la Gran Señora la
eliminación total de la intranquilidad que agobiaba mi alma. Parsimoniosamente
me encamine a la salida. Las cavernas abrieron sus labios gruesos, luciendo cabellera
verde oscuro: - Amen, amen, amen…No deseaba más que contemplar las flores, los
sueños de la noche, el concierto de los ángeles.
V
Los árboles se contentan con su suelo,
aunque no se les permite dar ni un paso. Los cangrejos caminan de lado, pero
eso no les resta rapidez. ¿Domaré incendios de injusticias ajenas? Dos duendes
mazatecos sonríen y, se esconden en la noche sucia. Gabriel siempre a distancia,
señala la cueva de los dioses malignos donde polvos encantados iluminan la
cruz. Reconocí corta mi fe, y al momento salieron asustados los males atrabancándose.
-
¡Dalí! – es la fonética de saludo.
Reverencias
infra reales con remates de alegría. Piedras gigantescas sosteniendo maíz. Cabañas
con techos mojados. Taquitos con chile antes de adentrarnos en la gruta.
No soy de aquí, y las nubes me regalan
el agua fresquita. Bailan, giran y se callan. Inicia el rito. El narcisismo
engaña: crinolina que arrastra sinsabores, sinrazones del ridículo. Las abejas
son perfectas, pero siempre hacen lo mismo.
Prefiero el machete y, la tierra. En
el chamizo me afecta el humo encerrado. Con la triste apariencia de mendigar
motivos poéticos, me voy pa’l monte grande y hermoso de México.
-
¡Yo quero ciudá!, -confiesa un niño que juega
con las águilas.
-
Yo no. Acá bailan las nubes, se burlan sin
prisa, y me llevan cada vez más lejos. Cabañitas matizadas por doquier, luz,
perdón, ¡Qué más puedo pedir!
Antes
de los siete días increíbles, mis expectativas desembocaban en la muerte, y
ahora, en un alternar de versos y sonidos que satisfacen objetivos. Neutralice
la bomba interior de mis ilusiones. No puedo contener el ansia palpitante derramando
lágrimas de arrepentimiento encausadas al tajante análisis de la adversidad, y
eliminar el círculo vicioso del pesar.
Acúsome de discapacitado masoquismo: marea infeliz; curso
de amantes… Los abuelos: punto negro de mis divorcios correosos de muerte
chiquita.
¿Cómo realizar una mejor jugada? Los brujos me hacen
escribir a la luz del día; me piden que no deje de sonreír por las mañanas; que
no me vaya de pinta y, que bendiga del mismo color de vida mi soledad.
¡Lo sé!, donaré mi servicio docente en las áreas olvidadas del
país. Por cinco años prestaré mi servicio agradecida por los cinco años de
aprendiz en la Normal…me fui a Zona Huichol de Jalisco, pero esa ya es otra
historia.
Final
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