Rita la Zorrita





*


Llegué al rancho cuando el hijo del pastor picoteaba con agresividad una reja hecha con garrotes de maguey. Le picoteaba a una zorra que cayo en una trampa coyotera, atrapándose uno de sus deditos delanteros hasta que la metieron bajo esa reja.
-
¡Déjela en paz! –suplique.
El pastor levanto la reja. Tomo a la zorra contra el cuerpo. Le exprimió la rodilla para que le saliera la pus que le gangrenaba… La pedí a mis brazos.
-
¡Animal traicionero! –exclamo el pastor.

Rita, con su exquisita lengua hizo una cucharita invertida. Enrollándola a la parte inferior para de mi mano beber la leche que le ofrecí:
-Te curaré en casa. Romperé el refrán “patas o matas” y cuidarte, -esta vez tomaré la pata.

**

Regresé a regar árboles. Como no traía cordón para amarrarla, la abrace a mi cuerpo con la siniestra y con la diestra, regaba tina en mano transportándome al mundo de la fantasía. Su lengua aterciopelo mis falanges, avisando tierna que mi descuido lastimaba.
Le inyecté penicilina, pidiendo a Dios que se aliviara. Cojita, no podría retornarla a su hábitat, sería entregarla a los coyotes o a las águilas.


Lo peor para ella era el baño: disgustos premiados con el brillo de su piel, que con su lengua secaba minuciosa. Femenino ser que pasa sus manitas por el rostro, extendiendo el invisible maquillaje que la embellece.


Un día alguien intentó llevársela de la casa. La cadena entre los maceteros estuvo a punto de ahorcarla. Me acerqué con un palo para que no me mordiera. Se le prendió con los dientes; engarruñada desahogaba su rabia. La desenrede pensando: el coraje de una zorra no descansa sino hasta el último momento.
Dormíamos juntas. Paciente se echaba a mi lado hasta siete horas de estudio. Le gustaba orinar en una piel de cabra sobre la que me sentaba; a lo mejor era mi olor, porque siempre al despertar, arrimaba los calzones que dormida entre la noche me quitaba.
Una ocasión que las dos nos tanteábamos, la asuste provocándole un disgusto. Ya no quiso estar quieta. La saqué al patio. Más tarde, le llevé un tazón con una bola de picadillo crudo. Tenía hambre pues, se le hizo agua el hocico. Me reí tanto entonces, sacó la bola de carne, la llenó de tierra, la regreso al recipiente deslizándolo con su fina nariz unos cuantos centímetros hacia mi.
Cuando se enojaba zumbaba agudo en vez de ladrar. De la complacencia al zumbido maticé su fonética; de sus ojos la magia solar. De la indiferencia a la adrenalina, sus ojos azul marino alcanzaban un profundo amarillo como el paso por el anillo de la pasión.
Saltaba como por arte de ilusión. Cierto aire oriental. Altura calculada. Mapa cognoscitivo que le hizo siempre reconocer, evitar un mordisco entre la oscuridad de la noche y yo, cuando regresaba del baño. Siempre revolvió la casa cuando la abandonaba.
-
¡Quién fuera Rita! –escuché decir, sin embargo, después de cuatro meses la liberé:
-Estás curada. Se acabo el invierno. Tu calor llamará al zorro que te acogerá en el campo donde naciste.
Rita suspiraba, sabia que se aproximaba el adiós.

***

El pastor y su hijo jamás se imaginaron que volvería con la zorra curada. Contentos propusieron hacerle una marca para reconocerla. Con disgusto dije:
-
¿Qué otra marca que su dedo perdido?
Cabalgamos tres horas. El sol señalaba con toda su primavera el sendero. Los cerros levantaban sus cúpulas hasta convertirse en majestuosas moles de antepasados petrificados, encadenados a los arroyos. A las dos horas, uno de los brincos del caballo rompió el encanto cuando mi brazo izquierdo tomó a Rita en el aire:
-¡Cálmate, pronto llegaremos al lugar!,
¿Cómo reaccionaras?, ¿Acaso te irás corriendo?
Arribamos. Le quité el collar. Con mis dedos acaricié su cuello:
-¡Eres libre Rita!
Le dio vuelta a una de las piedras. Se sentó a mi lado como cuando estudio. Paso un largo rato, nostalgia, resignación.
-Tengo que regresar. Le dije.
Quise tocarla pero, ella se esquivó como si nunca la hubiese tenido. Con lágrimas en los ojos me dirigí al caballo. Me voltee a verla. Me contemplaba desconcertada.
-¡Qué te vaya bien Rita! ¡Qué nos vaya bien!

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